Además del Gran Cañón del Colorado en Arizona, existe otro gran atractivo turístico, que por su extraña belleza, es un lugar codiciado por excursionistas curiosos y amantes de la fotografía.
Se trata de una formación rocosa con más de 190 millones de años. Los expertos creen que su formación data del Jurásico, siendo la base, un conjunto de dunas que compactaron. El resto del relieve y su peculiar apariencia se lo debemos a la lluvia y el viento, que hicieron el resto, terminando de «adornar» el lugar con unas suaves ondulaciones y cientos de arrugas que le dan el aspecto que presenta.
Los fotógrafos se afanan por ir a captar con sus cámaras el paisaje, que con la luz del amanecer y al atardecer, obsequia al visitante con suaves reflejos rojos y anaranjados.
Dicen que la caminata de casi 5 kms a pie, desde el ultimo acceso en coche, con una temperatura de unos 38ª y sin sombras, merecen del todo la pena, aunque también es verdad, que algunas personas que se han trasladado hasta allí con intención de visitar el lugar, no han sido capaces de encontrarlo. De hecho, en los últimos años, han sido varios los viajeros extraviados.
Es una zona protegida y para preparar la visita se debe pedir permiso a La oficina de Administración de Tierras en EEUU, que tiene limitado el cupo a 20 permisos por día.
La naturaleza, una vez más, es la «culpable» de dejarnos este paisaje maravilloso. Montañas convertidas en arte como si un gran cincel se hubiese ocupado de modelar el lugar.
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