Más allá del frio invierno… Panticosa 2017-2018

Hace ya 10 días que nuestra querida Estación de Esqui de Panticosa cerró sus puertas, dejándonos desolados después de un duro invierno en el que hemos visto poco el sol.

 

Nieve no ha faltado, eso sí.

 

Como hemos hablado en muchas ocasiones con mi amiga Marta Hernández aunque nos hubiera gustado tener más ocasiones de sumarnos al «terraceo», hemos disfrutado de lo que de verdad importa: amigos, familia, deporte, nieve, esquí, aire libre y una enorme dosis de buen ambiente que nos ha dejado con ganas de más.

 

Por fin parece que llega el buen tiempo y es el momento perfecto para decidir dejar en nuestra memoria esos maravillosos momentos vividos y mirar hacia adelante.

 

Muchas gracias a la Estación, al Panticosa Esqui Club y a la Escuela de Esqui por contribuir a que nuestras semanas de invierno se pinten de ilusión pensando en los viernes. Muchas gracias a toda esta gran familia de amigos con los que compartimos este vínculo emocional con este lugar tan especial para nosotros.

 

¡Al año que viene más!

 

 

6 cosas que hacen tus hijos y que Las Todas (y los todistas) hicimos en la adolescencia

6 cosas que hacen tus hijos y que Las Todas (y los todistas) hicimos en la adolescencia

 

No hay nadie que se salve. Sí, tú. Tú que estás leyendo ahora mismo, …

Seguro que tú también te has sorprendido a ti mismo diciendo las mismas cosas que te decía tu madre o padre cuando eras pequeño y que no podías soportar. Aquellas frases que juraste que jamás pronunciarías cuando fueras mayor y obtuvieses esa ansiada libertad que pensabas que ibas a tener…. y que dicho sea de paso, jamás conseguiste…

 

Pasaste de obedecer a tus padres a obedecer a 3 millones de personas más: tu pareja, tus hijos, tu jefe, tus clientes o tu amiga que te llama para quedar y te dice que no puedes faltar porque estarán Todas (aunque cuando llegues te des cuenta de que finalmente han hecho el esfuerzo de acudir dos más). Sin acritud 😉

 

El caso es que el ciclo se repite. Y los hijos nos hacemos padres y repetimos lo que hicieron ellos y los niños crecen y vuelven a hacer y decir lo mismo que nosotros.

 

A pesar de que las herramientas y circunstancias hayan cambiado, yo vuelvo a vivir con cierta nostalgia pero con mucha ilusión mi adolescencia a través de los ojos de mis hijos y me encanta comprobar que ellos se creen (como me creía yo) que no entiendo nada.

 

Aunque no esté de acuerdo, ellos nos ven como auténticos dinosaurios.

 

Ahí van 6 cosas que seguro que recordáis como si fueran ayer.

 

#1.- Llamar por teléfono a un amigo o amiga que acabas de dejar antes de llegar a casa y con el que has pasado toda la tarde.

Y es que está claro, tanto ayer como hoy, las largas tardes de conversaciones con los colegas nunca han sido suficientes para terminar de tratar todos los temas.

 

Hay ciertos asuntos que, además, es mejor hablar a través de un dispositivo que cara a cara… Hay que reconocer que ahora lo tienen más fácil porque el móvil les da opción para cambiarse de habitación cuando detectan «moros en la costa» y no tienen que tirar del cable del teléfono pegado a la pared para intentar volver la puerta o sentarse en el suelo y continuar la conversación si va para largo.

 

En este caso tampoco tienen a sus padres diciéndoles que «llevas mucho rato comunicando y estoy esperando una llamada».

#2.-Postu + postu

Y quien diga que no, no está siendo sincero.

 

Son años en los que te encanta mirar y ser mirado. A veces nos da vergüenza reconocerlo pero, por mucho que nos pese, la apariencia física y nuestros hábitos más trendy tenían muchísimo peso y nos hacían sentir más importantes en nuestro grupo de pertenencia.

 

Estrenar un vestido, cortarte el pelo o pasearte con un chico en moto eran ilusiones, pequeños motivos para hacernos más felices si además alguien nos veía. Entonces no existían las RRSS, ni utilizábamos Instagram, pero nos tirábamos a la calle a dejarnos ver como el que más. No contábamos nuestros «likes» pero sí medíamos nuestra popularidad en el colegio o en los garitos de moda.

 

El postureo siempre ha existido.

 

#3.- «He quedado para estudiar en la biblioteca»

Hay frases célebres de toda la vida, «He quedado para estudiar en la biblioteca» es una de ellas. Y a la biblioteca, ibas, sí. Pero lo que hacíamos era de todo menos estudiar: Ojitos con el de enfrente, notitas con la amiga, salgo a la cafetería a tomarme una coca-cola que me estoy durmiendo, hablo un rato con Fulanito que le dejé unos apuntes y todavía no me los ha devuelto, que ambientito más bueno hay, … Ainssss la hora de ir a casa y no me ha cundido nada la tarde.

 

Esto, hoy en día, es ídem de ídem.

 

#4.- «Voy»

¡Si contásemos cuantas veces a lo largo del día pueden llegar a decir esta palabra! Un adolescente es una persona que tiene una concepción del tiempo claramente distinta a la tuya. La inmediatez no existe y tu eres alguien con mucha prisa que le atosigas para que haga una y otra cosa sin darle tregua hasta que te tiene que decir «no puedo hacer todo a la vez».

 

La palabra «voy» suele ir acompañada de un tono que deja ver claramente que ha salido de su boca pero que ni es consciente de ello. La palabra «voy» suele pronunciarse mientras se hace otra actividad mucho más atractiva que además no se tiene ninguna intención de abandonar.

 

En la actualidad el sujeto suele estar empanado con el teléfono móvil pero eso no quita otras distracciones mucho más de nuestra época como cualquier libro o la televisión. Ahora amenazamos con dejar sin playstation u ordenador al susodicho. Antes nos castigaban sin tele. Pero «voy» significaba lo mismo: «te he oido y paso, aunque te dejo contenta diciéndote la palabrita. A ver si tengo suerte y lo que tenga que hacer lo acaba haciendo otro… Y si la llamada es para cenar y cuando vaya se ha enfriado ya me volverán a calentar el plato»

#5.- Celebrar absolutamente todo

 

Que van a empezar los exámenes y no voy a poder quedar en unos días, lo celebro. Que hemos acabado la evaluación salimos también. ¡Ha sido un periodo de gran esfuerzo y sacrificio!

 

Las constantes celebraciones durante la adolescencia son un tema de ayer y hoy.

 

Nuestros hijos, como hicimos nosotros antes, celebran por supuesto cumpleaños, pero también celebran exámenes, fiestas del colegio, fines de curso, despedidas y llegadas de amigos que se van o vienen de estudiar fuera, despedidas y llegadas de amigos con los que no se van a ver durante unos días, …

 

Ya me parece bien.

 

En la vida hay que celebrar, con mesura, pero celebrar.

Celebrando todo

#6.- Quedarte a estudiar la ultima noche antes de un examen

 

¿Lo recuerdas? Lo sabías hacía meses, te habían puesto el calendario de los exámenes al principio de curso y siempre te parecía que iba a darte tiempo a preparártelo. «Mañana empiezo» -te decías- «mañana empiezo». Pero no sabías porque rara circunstancia, allí estabas el día de antes del examen, con un tocho de cosas por estudiar, los nervios a flor de piel, preguntándote si te iba a dar tiempo y bebiendo coca-cola como un loco para vencer el sueño.

 

Los padres de antes y los de ahora nos hacemos también la misma pregunta: «¿Te crees que tú eres más listo que los demás y te vas a poder estudiar todo en una noche?»

 

Volvemos a lo de antes, es una concepción distinta del tiempo. La misma que te llevaba a pensar que cuando una pareja llevaba saliendo 6 meses se iban a casar por su largo festejo. La misma que te aterraba al imaginar una carrera universitaria con un montón de años interminables en los que hay que seguir estudiando. «Cuando termine seré viejo»- te decías.

 

Y es que la historía se repite y hay frases que cuando las oigo me repican en la cabeza confirmándome que los adolescentes de todos los tiempos fueron, son y serán, pues eso, adolescentes. Frases como:

 

  • Voy a a dormir a casa de un amigo para estudiar.
  • No es mi novio/a, es solo un amigo/a.
  • El profesor me tiene manía.
  • No he bebido nada, la cena me ha sentado mal.
  • ¿Y mi hermano? ¿Por qué no lo hace él?
  • Por más que miro en el armario, no tengo nada que ponerme

 

¿Se os ocurren más? ¡Seguro que si!

Absolutamente todista,  ¿y tú?, ¿eres todista?

La entrega de una madre

Tenía un post preparado para Patricia Lainez una «Toda» que cumplió años esta semana, pero conozco bien a «La Lai». Se que me va a perdonar que le de prioridad a este otro, porque no quiero aburriros con historias biográficas. De este tipo de entradas escribiré sólo una vez a la semana.

En mi dedicatoria de «Sobre mi» de yotodista.wordpress.com, lo decía: «Este post va dedicado a Las Todas y  a otras muchas amigas que no son TODAS porque no estaban allí en el momento adecuado, pero que cumplen requisitos sobradamente».Mi madre hubiese sido una Toda fundadora si le hubiese tocado compartir generación. Además ella es enteramente todista, nos ha visto crecer juntas. A ella voy a dedicarle el post este viernes

¿Que es una madre? Difícil definición. Es algo que hemos tenido todos. Hemos llegado al mundo luchando por ver la luz, navegando desde nuestro cálido rincón en el vientre de una señora, que ya empezó a cuidarnos desde que tuvo noticia de nuestra existencia.

Si ser madre fuese un puesto de trabajo remunerado, ¿Como definiríamos su cometido? No se.., yo diría algo así como «Velar por los suyos, garantizándoles que no les falte de nada, aun cuando esto vaya en detrimento de su propio bienestar o incluso le perjudique». No se como serán las demás madres. Cada uno conoce a la suya. Imagino que como en todos los trabajos habrá madres estupendas que cumplan los objetivos sobradamente, otras que dejan bastante que desear y otras pésimas. Yo puedo hablar de la mía y os aseguro que se lleva la condecoración al mérito especial por su entrega y generosidad.

Mi madre cumple el 4 de Diciembre, 80 Años. Nació un día de Santa Barbara, patrona de las tormentas. A ella se le encomienda cada vez que oye un trueno porque curiosamente les tiene un miedo atroz. Las intuye de lejos. Alguna imagen de mi infancia se desarrolla en casa, con las persianas bien bajas, la televisión y aparatos eléctricos desenchufados y un murmullo en el aire, que no era otra cosa que mi madre rezándole a Santa Barbara bendita.

Ella es católica y además una gran devota de algunos santos. A algunos como Santa Genoveva de Torres y San Antonio de Padua los tiene pluriempleados. Yo siempre le digo que de tanto pedirles, van a acabar abandonando. Que no está bien visto que los Santos hagan tantas horas extras, que en el Cielo se van a rebotar los demás,…. pero en cuanto te despistas,… Zasss!!! allá va con su estampita de «La Geno» y te la camufla entre el equipaje cuando te vas de viaje.Pero no os creáis que es una monja. Combina perfectamente sus devociones con el mundo que le rodea y se ha adaptado con espectacular facilidad a las situaciones de nuestro tiempo. Situaciones que le han tocado vivir asumiendo con total normalidad mientras amigas de su misma generación no han sabido encajar sin prejuicios. Acaba de abandonar la vitrocerámica por un smartphone y eso es un buen síntoma.

Mi madre tiene «a partir de ya», 80 años. Tiene whatsapp pero no tiene blog, aunque tampoco le hubiera podido dedicar un post a mi abuela que murió en su parto. No la conoció, ni pudo aprender de ella el difícil oficio de ser madre. Ni de ella, ni de la tía que la crío cuando 5 años después, su padre murió como consecuencia de una enfermedad contraída en la Guerra Civil. El hermano de mi abuelo y su mujer se la llevaron a casa para cuidar de ella y que no se quedase sola, pero realmente no tuvo lo que se dice una infancia muy feliz. A pesar de ello, siempre ha estado enormemente agradecida porque dice que nunca le falto de nada…., aunque yo se que le faltó lo más importante: el amor de unos auténticos padres.

Yo creo que por eso mismo, siempre ha intentado ofrecer aquello que ella no recibió . Cuando tu escuchas a cualquier conferenciante dar una sesión de coaching, tan de moda últimamente, te dicen que no es importante a lo que te dediques sino a destacar en ello. Mi madre va a pocos eventos de este tipo, pero ya estaba formada en estas lides y lo ha demostrado volcando todos sus esfuerzos en ser la mejor, en ser la primera, la número uno, en su oficio de madre.

Para tan difícil cometido, eligió a una persona a su lado que la complementaba perfectamente. Mi padre, Salvador, paciente, concienzudo y templado. No en balde su película favorita era «El Hombre tranquilo», película que pudo llegar a ver más de 500 veces. «Espasita», como nosotros le llamábamos cariñosamente por su afición a la lectura y cultura, era el complemento ideal de mi madre, una sagitario nerviosa, pasional e impulsiva. Mi padre nos dejó demasiado pronto y con él se fue su mitad. Ella lo recuerda todos los días para mantenerlo vivo entre nosotros y él nos echa una mano desde arriba cuando hace falta para capear el mal tiempo.

Una gran familia

Una gran familia

Mi madre es pura pasión, es pasión extrema. Cuando quiere, quiere hasta que le duele, cuando hace trabajos manuales, lo hace hasta que sus cervicales no pueden más, cuando se enfada puedes echarte a temblar de verdad porque salen por su boca palabras que ni siquiera siente, cuando se emociona suelta la lagrima sin poder evitarlo y cuando escucha el llanto de un niño, es capaz de ponerse enferma aunque no conozca a la criatura. Podíamos decir que más que una persona con auténticos sentimientos es una persona de sentimientos auténticos.

Impulsiva de nacimiento, no se te ocurra comentarle que necesitas cualquier cosa, ya sea material o espiritual. Ella instantáneamente se pone en marcha, gestiona, llama, se tira a la calle, coge un taxi, se va a Belchite y vuelve en media hora, baja a rezarle a la Geno o se queda con tus hijos para que tu te vayas a jugar a paddle aunque tenga que suspender algo que le apetecía hacer muchísimo. Todo esto lo hace sin contártelo para que no te sientas mal. Su entrega es total y absoluta, por eso cuando los demás le fallamos ella se siente frustrada y dolida. Pero mamá es muy complicado estar a tu altura, incapaces de seguir tu vitalidad y de imitar tus maneras. ¡Ojala un día mis hijos pudiesen estar tan orgullosos de mi como lo estamos nosotros de ti!

No me olvido de las noches en vela sujetándonos la frente, de las mañanas de fin de semana en vuestra cama, de la ropa metida a la secadora por la mañana para que estuviese más caliente los días de invierno, de los canelones que me hacías para que comiese algo porque era mala comedora, de mi primera «Cacholi» que reía al tirarla al aire y de aquella noche que os tirasteis a la calle a buscar un veterinario de urgencia porque le había dado un golpe al perro y tenía un ataque de histeria. Tampoco me olvido de tus masajes en los pies para hacérmelos entrar en calor, de tus conversaciones a las 5 de la mañana después de una noche de juerga, de esos trabajos de plástica que me ayudaste a terminar por la noche, de esos caramelos chupados que no me gustaban y te daba para guardar, de esos bocados que dejaste de comer porque me habían apetecido a mi o de esos que te comiste cuando yo no quería más y tu querías evitarme una bronca con papa…..

Como canta el Rey Loco en El Libro de La Selva «quiero ser como tu». Muchas gracias por estar ahí!!

Gracias mamá

Gracias mamá